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miércoles, 9 de junio de 2010

En la Quinta Dimensión

Finalmente me cogió el resfrío. Comenzaba a pensar que mi cuerpo se estaba haciendo inmune. Iluso de mi parte y muy optimista. El resfrío es uno de los peores fastidios de mi vida. Sin embargo, estos días en cautiverio o “arresto domiciliario” como me gusta llamarlo, me han hecho muy bien. Mi cerebro era un lio y mis niveles de mal humor estaban por los cielos; pero, igual sirvió para que mi cuerpo se renovara. Los primeros dos días fueron horrendos. Lo de mi cerebro y el mal humor era solo el inicio. Constantes dolores de cabeza y tos compulsiva en cualquier momento del día era lo que le ponía la cereza al asunto. Pero en fin, lo más importante fueron los días que siguieron. Al tercer día fue como “resucitar entre los muertos”. El resfriado se había vuelto llevadero, el día estaba soleado y mi mal humor había desaparecido. Mis sentidos volvieron a su lugar y la ansiedad a sus niveles más bajos. Es loco como esos primeros días sentía como si el resfriado nunca se fuera a acabar; dos días más tarde todo había dado un vuelco inusitado.




Con toda esta serie de episodios me di cuenta que los cambios de ánimo en los seres humanos es constante. En mi experiencia personal, puedo decir que los cambios de ánimo pueden ser enriquecedores tanto como destructivos. A primera hora de la mañana es cuando me doy cuenta si estaré de buen o de mal humor. Bajo algunas circunstancias esto puede variar durante el día, pero normalmente sigue el mismo patrón. Los días de invierno mayoritariamente hacen que uno se despierte de un humor un poco extraño. La combinación del frio y el tener que levantarse temprano para ponerte a trabajar no son un paraíso terrenal o algo parecido. Una serie de factores tienen que ser los ideales para que tu humor por la mañana sea idóneo. Cosa que pocas veces sucede. Lo que uno hace es manejar su mal humor; no quiere decir que no esté ahí, sólo que es un sentimiento más o menos manejable.



Hasta el día de hoy sigo luchando con el mal humor de las mañanas. No hay cambio alguno. Sigue sucediendo el mismo patrón. Cuando encuentre la cura, volveré a hablar del tema.